[ES] Sí, sigue siendo miedo (Parte II)

El miedo y la ansiedad son mecanismos evolutivos. Esto quiere decir que son y han sido útiles para nuestra supervivencia y para estar hoy aquí. Estos estados mentales, a las que acompañan una serie de reacciones de lucha-huída, han servido desde el inicio de los tiempos para protegernos de los depredadores.
Sartrapi, M. (2000) Persépolis

Publicado originalmente el 11 de marzo de 2020

Debido a que alguno me lo ha pedido me he animado a hacer una parte 2 del anterior artículo, porque sólo me falta que alguien me diga que le ha interesado lo que he contado para que me anime a seguir con mi rollo 🙂 ¡¡Seguimos!!

El miedo y la ansiedad son mecanismos evolutivos. Esto quiere decir que son y han sido útiles para nuestra supervivencia y para estar hoy aquí. Estos estados mentales, a las que acompañan una serie de reacciones de lucha-huída, han servido desde el inicio de los tiempos para protegernos de los depredadores. De hecho, este tipo de reacciones, son compartidas por muchas especies, del mismo modo que los mecanismos que las accionan en nuestro sistema nervioso central se pueden encontrar en muchas otras especies, especialmente en los mamíferos de forma estructuralmente bastante similar, y de una forma parecida en otros muchos familiares un poco más lejanos. Al ser un mecanismo tan primario, la forma que tienen actuar es muy esencial o elemental, poco precisa o selectiva, ya que fundamentalmente activa de forma rápida mecanismos de inmediata autoprotección y/o autopreservación. En esencia, cuando el cerebro detecta un potencial estímulo peligroso, necesita una forma ultra-rápida de ponernos a luchar o huir.

Cuando el miedo es proporcional al peligro en el que una persona se encuentra, la respuesta es considerada adaptativa. El problema es que, en la mayoría de las ocasiones, especialmente en un entorno organizacional o en nuestro día a día en cualquier interacción social, las personas acostumbramos a tener reacciones exageradas ante situaciones que identificamos como estresantes. ¿Exageradas significa que no están justificadas? No, exageradas con respecto al potencial peligro que ese estímulo es capaz de poner a nuestra integridad y supervivencia. El mismo mecanismo que en su día nos permitía huir de un león, a día de hoy sirve exactamente igual ante un estímulo a priori no tan amenazante. La razón, como hemos dicho antes, es que es un mecanismo de acción rápida, que discrimina poco, y que genera una contra-reacción tan pronto como es detectado un potencial peligro.

Uno de los centros más importantes en el procesamiento de la respuesta ante el miedo es la amígdala. Esta región se encuentra situada en la parte interior del cerebro, la parte evolutivamente más antigua, cerca de dos estructuras clave como el hipotálamo y el hipocampo. La amígdala procesa de forma, permitidme la expresión, un poco básica tanto emociones como la conducta de respuesta emocional. Este conjunto de neuronas forma parte de un sistema de detección de peligro (en el lóbulo frontal) que se dedican a detectar la saliencia o intensidad emocional de un estímulo, y cuánto ese un estímulo es potencialmente capaz de agitarnos. Por ejemplo, la amígdala se activa cuando observamos un rostro humano con una emoción, y esta activación será más pronunciada cuando esa emoción sea de enfado o miedo.

A parte de la amígdala, el hipocampo se asocia con la memoria a largo plazo. El diencéfalo, formado por el tálamo, el hipotálamo y otras estructuras de la corteza prefrontal regulan e inician la respuesta rápida de reacción al cuerpo. Todas estas estructuras neuronales están en constante comunicación, aunque de forma especial el hipocampo y la amígdala, que además se encuentran muy cerca la una de la otra.

Elaboración propia

Estudios recientes demuestran que la amígdala extrae la relevancia emocional del estímulo y envía directamente esta información al hipocampo para que sea procesada como una memoria. En otras palabras, la amígdala hace una constante comparación entre los estímulos que recibe y aquellos guardados en la memoria a largo plazo (hipocampo) para saber si tiene que iniciar las respuestas de miedo y, del mismo modo, cuando la amígdala activa una respuesta rápida, el hipocampo guarda información de las condiciones que han producido esa activación para el futuro. Te pongo un ejemplo. Imagina que un día cualquiera en la oficina, ves a tu jefa salir de su despacho con una cara de muy pocos amigos. Igualmente te das cuenta que es la primera vez que la ves en el día y que lo suyo es saludarla y darle los buenos días. Acto seguido le das los buenos días y te contesta “Buenos días serán para tí, mira no me hables que no estoy de humor”. Seguramente después te pedirá disculpas por no haber regulado bien su emoción a la hora de contestarte. No obstante, esa contestación ha podido generarte un efecto de amenaza importante, habrás activado la amígdala, y eso provocará que se guarde la información de “mejor no saludarle nunca más cuando le vea salir del despacho con esa cara”. El hipocampo actúa de registrador por condicionamiento operante para que en un futuro se trate de impedir que vuelva a ocurrir el mismo episodio. Fíjate a través de este ejemplo cómo la activación de la amígdala y cómo el hipocampo lleva el registro de lo que estaba ocurriendo. Así es como cooperan estas dos estructuras ante el miedo.

La reacción de miedo comienza en el cerebro y se generaliza a todo el cuerpo para ajustarlo y quede preparado para la mejor reacción de defensa o lucha. El hipotálamo envía información a todo el cuerpo a través de una cascada química (conocido como el eje HPA o Hipotalámico-Pituitario-Adrenal) que provocan que el cuerpo se prepare para la acción. La forma que el cerebro tiene de hacer esto es a través de la secreción de hormonas de estrés (cortisol) que provocan cambios estos cambios en el cuerpo como, por ejemplo, el tensionamiento de los músculos, el aumento de la frecuencia cardíaca, presión sanguínea, la oxigenación, etcétera.

En realidad, la activación de esta cascada bioquímica se ha demostrado que genera una supresión inmunitaria, es decir, hace que nuestro cuerpo esté más vulnerable a toxicidad, o la aparición de ciertos tipos de enfermedades. Entre otras cosas, es por eso que en el cerebro el hipocampo es tan eficiente a la hora de registrar cuál fue la actividad que provocó la activación de ese miedo. Es una forma de minimizar las situaciones en las que nos sentimos amenazados.

Por lo tanto, un estímulo saliente o suficientemente intenso va a activar la amígdala que iniciará una serie de reacciones en cadena para preparar el organismo para la supervivencia.

Por suerte, no siempre que tenemos miedo generamos todas estas reacciones porque, como humanos, tenemos la suerte de disponer de un mecanismo complejo y preciso de procesamiento de contexto que llamamos corteza prefrontal. El nivel de evolución de esta corteza, ahora sí, es más difícil de encontrar en el reino animal. No obstante, el nivel de acceso que nuestro hipocampo tenga con nuestra corteza prefrontal se relaciona con la intensidad emocional que tengan nuestras percepciones del estímulo. Dicho de otra forma, nuestra capacidad de discriminar y procesar la información del contexto está reducida si nuestra emoción es más intensa.

Por lo tanto, si el miedo dificulta la recuperación del procesamiento de la información de nuestra corteza prefrontal, si la ansiedad nos priva de estos recursos intelectuales por estar inhibidos, liderar con el miedo tendrá consecuencias. No es descabellado decir que aquellos quienes utilizan la emoción, especialmente miedo, para liderar, están provocando una inhibición del uso de los recursos racionales en sus colaboradores. Cuando un líder utiliza la emoción y ensalza su saliencia por encima del contexto o el argumento, está minimizando el uso de los procesos de la corteza en sus colaboradores. Evidentemente, disminuir el uso de nuestros recursos racionales en nuestro equipo implicará la aparición de comportamientos menos predecibles y, en cierto modo, instintivos. Cuando esto ocurre, nuestra percepción sobre el grupo deja de ser el de un entorno de seguridad y certidumbre y cuando esto ocurre, en ocasiones, podemos identificar como el grupo como un entorno potencialmente dañino y, por qué no, buscar la manera de salir de él.

La genial autora Marjane Sartrapi en el cómic usado como portada, Persépolis, recoge la siguiente reflexión:

“Cuando tenemos miedo, perdemos todo sentido de análisis y reflexión. Nuestro miedo nos paraliza. Además, El miedo ha sido siempre la fuerza de acción detrás de los dictadores y la represión.”

Ilustración de portada extraída de la versión en inglés del genial cómic “Persépolis” de la novelista gráfica franco-iraní Marjane Sartrapi.