Publicado originalmente el 7 de Octubre de 2020
10:45 “Voy a moverme un rato. A ver si así se me aclara el cerebro.”
11:40 “Tengo dos cuerdas rotas, tengo que comprar cuerdas.”
11:55 “Ya estoy en casa. Bebo agua y me pongo a escribir. Ya estoy. Voy encendiendo el ordenador y voy al baño.”
12:00 “A ver. Venga, Unai. Dale. Sigo sin tener muy claro de qué voy a hablar. Sé que lo tengo que hacer. Tengo que escribir pero no sé de qué escribir. Hace mucho que no escribo. Hace mucho que nada me inspira. No estoy inspirado. Me falta hablar con gente. A veces tengo la sensación que sigo confinado. Mi especie de enjaulamiento físico se ha trasladado a mi estado mental. ¿Cuánto falta para que saquen una vacuna?”
12:04 “Mis amigos y mi mujer me animan para que escriba. Va, tengo que seguir escribiendo. No me quiero fallar. Ya hace mucho que no escribo. ¿No hay cosas que me inspiran?”
12:06 “Voy a ponerme música. Clásica, que si no con las voces me pierdo. Cuerdas. Itzhak Perlman. A ver que hay en esenciales. Vivaldi, no, me atrapa. Tchaikovsky, tampoco, me altera.”
12:08 “Perlman tocando Klezmer, vale lo tengo. ¿Qué me inspira últimamente? La polarización y las burbujas ideológicas de las redes sociales, el ultracapitalismo… No, que me enciendo y no me quiero poner político en internet. He elegido bien la música.”
12:11 “Sigo sin saber de qué escribir. ¿Qué me conecta a esta música? Voy a cambiar las cuerdas de la guitarra.”
12:40 “Hecho. Luego la vuelvo a tocar para que se vayan afianzando las cuerdas. Creo que me he equivocado de marca. He comprado las baratas pensando que estarían bien pero suenan un poco raro.”
12:45 “Voy a dejarla un rato, ya sé de lo que quiero escribir.”
He tomado prestado el estilo del genial escritor Eduardo Mendoza en su clásico “Sin noticias de Gurb” para visualizar mi diálogo interno. En esencia es un diálogo de alguien que quiere hacer algo pero va saltando de una cosa a otra sin mucho sentido pero con una cierta lógica si atendiéramos únicamente a los estímulos que va teniendo presentes y que van estimulando ese proceso de pensamiento. Nuestro cerebro es tan social que incluso se habla a sí mismo para ir describiendo las acciones que va realizando, induciéndose en ocasiones, diferentes emociones asociadas a esa narrativa. De alguna forma nuestra forma de hablarnos a nosotros nos influye muchísimo en cómo vamos gestionando nuestro propio estado anímico. Lo curioso es que hay una gran variabilidad individual en la forma en la que somos capaces de relacionarnos con ese aburrimiento.
Especialmente para aquellos que trabajamos en casa, y trabajamos mucho en soledad, pueden llegar momentos en los que sea difícil motivarse. A todos vosotros, y a mi también, dedico este post en el que trataré de buscar respuestas a mi aburrimiento, y una orientación para entender cómo puedo lidiar con él de la mejor forma posible, con la intención de inspirarme e inspirarte.
El aburrimiento se ha estudiado en literatura a lo largo de los años de formas muy diversas. No es mi especialidad, y probablemente haya quien haya dicho cosas más interesantes sobre el tema, pero yo recuerdo un texto de Kierkegaard(pido disculpas porque no encontré el texto libre en castellano) que me llamó mucho la atención por cómo plantea el concepto del aburrimiento, su relación con la sociedad y sobre todo su utilidad. Como siempre que comento cualquier cosa de literatura, pido disculpas de antemano por las imprecisiones que pueda cometer. De hecho ya aclaro que lo que escribo es mucho más una interpretación mía de las palabras del filósofo y que, desde luego, no aseguro que se acerquen a sus intenciones.
Brevemente, en su texto “la rotación de los cultivos”, Kierkegaard propone que la sociedad promueve el entretenimiento como algo a perseguir de forma imperativa por el mero hecho de que las personas asumimos que el aburrimiento provoca pesadez, una sensación molesta, la monotonía se ve como un mal a evitar. Hay un concepto muy interesante que conocí sobre todo a través de esta lectura, el panteísmo, en el cual la sociedad quiere simular su estado a su sentido idílico de vida. En otras palabras, es una creencia de que la realidad debería ser igual a la divinidad. Buscamos vivir en una especie de estado similar a un hipotético “Olimpo”. Desde este punto de vista aburrirse es igual a una situación a evitar, ya que esconde algo que tiene el riesgo de ser tedioso, desagradable y, por supuesto, no divino.
Vamos a hacer una pequeña pausa en el camino para contaros una curiosidad etimológica que creo que potencia esta idea. La palabra aburrir proviene del latin abhorrere la cuál pudo originar la palabra “aborrecer” y que se divide como “ab” (sin/ausencia/vacío) y “horrere” (que algo te asuste o te ponga los pelos de punta). Por lo tanto abhorrere podría significar a algo similar a “separarse de lo que te asusta”, “miedo a lo desconocido, al vacío”. De alguna forma la palabra se origina para conceptualizar que aburrirse tiene que ver con una actitud de evitación y rechazo a algo que puede potencialmente asustar o resultar incómodo. ¿Curioso, no? Sigamos.
El autor plantea que las personas estamos en una constante exigencia por estar entretenidos y por eso, en ocasiones, por pura inercia de oposición al aburrimiento, acabamos por optar por un entretenimiento histriónico y poco reflexivo, lo cuál nos proporciona una solución poco eficiente para salir del aburrimiento. En otras palabras, nuestro objetivo de querer simular esa condición de supuesta divinidad, atendiendo a lo que las personas (con su variabilidad individual) entendemos por divinidad, felicidad (ponle tú el nombre), nos lleva a una persecución constante de entretenimiento que el autor declara excéntrico, ya que el aburrimiento no es una condición que se asuma como aceptable en nuestra sociedad.
No obstante, planteada esta tésis, el filósofo danés plantea que es necesario un tipo de entretenimiento que procure revitalizar a las personas por el hecho de que se plantea como reflexivo. El autor plantea la metáfora de la rotación de cultivos, en los que los agricultores han de ir cambiando el cultivo en la misma tierra de manera que el monocultivo no agote los nutrientes de la tierra. Por lo tanto, podría recomendar que no existan circunstancias vitales que ocupen una duración demasiado larga como para acabar agotando el sustrato.
Curiosamente, después Kierkegaard, siguiendo la misma lógica, acaba por despreciar instituciones como el matrimonio y la vida familiar y hace un alegato en contra del trabajo ya que es capaz de despersonalizar al individuo… pero eso lo dejamos para otro día. Otras de las recomendaciones interesantes del autor es que tenemos que procurar tener relaciones personales desde una proyección de curiosidad y empatía, además de tratar de experimentar de una forma consciente y reflexiva, y, por último, las personas deberíamos perseguir cultivar y desarrollar al máximo nuestros talentos, de cualquier forma.
Me gusta especialmente la idea del entretenimiento reflexivo como un principio por el cuál el individuo es responsable de introducir de forma, por qué no, arbitraria, formas distintas de estimulación y conocimientos distintos a los suyos que, atendiendo a la metáfora de los cultivos, le permita revitalizar sus propios “sustratos”. Siempre, eso sí, con una conciencia de curiosidad, con espíritu de apertura y oportunidad, y tratando de extraer esa reflexión que proporcionaría sentido al entretenimiento elevándolo a una actividad que proporcione un acercamiento a nuestra propia idea de “divinidad”.
En cualquier caso, y para lo que quiero realmente expresar en esta entrada del blog, me impacta esa idea del autor que nos prepara a las personas a tener una especie de ansiedad por el entretenimiento y la acción constante influido por esa idea de llegar a un ideal de divinidad vital que proporciona, en muchas ocasiones, más ansiedades que satisfacciones.
Hace algunos años se publicó un modesto (por el reducido número de personas con las que se contó) estudio cualitativo (Martin, Sadlo & Stew, 2006) que, a pesar de sus amplias limitaciones, sustrajo una tabla que a mí me parece digna de tomar en cierta consideración. A continuación os la reproduzco traducida al castellano.
En primer lugar se presentan diferentes antecedentes conductuales que sobrellevan a distintos estados relacionados (o no) con el aburrimiento, y de ahí a una serie de consecuencias experienciales y posibles estrategias de afrontamiento que pueden desarrollar diferentes consecuencias. Me gusta de este mapa conceptual que se aclara de forma muy visual dónde se dan las retroalimentaciones. Podría decirse que todas las flechas en naranja tienen, en las relaciones que representan, un gran poder para entrar en un bucle negativo de influencia. En ese sentido, el estudio reveló también que hay una cierta propiedad y oportunidad para convertir una experiencia de aburrimiento en algo no aburrido, siempre y cuando se accione una estrategia de afrontamiento que me desvíe del aburrimiento (el cuadro verde del dibujo).
Fíjate sobre todo en la dirección de esas flechas. En cierta forma, este estudio responsabiliza de la gestión del aburrimiento al individuo y sus potenciales herramientas para lidiar con él o con ella. Por supuesto, en estos estudios estamos asumiendo que el aburrimiento es fundamentalmente individual, o que se está lidiando con él de forma individual. El sistema grupal tiene, además, sus propias estrategias para reorganizarse y centrarse en un objetivo y de generar un mayor nivel de conexión con él mismo. Pero esto, también, lo dejamos para otro momento.
Recientemente, se publicó un estudio (Perone, Waybright & Anderson, 2019) que hablaba de un experimento que hicieron al respecto con resultados muy interesantes. En este, las investigadoras dispusieron a sus participantes a una tarea increíblemente tediosa, con la intención de analizar qué pasaba con su señal neural, a medida que tenían que continuar realizando esa tarea. Los resultados fueron reveladores. Específicamente, el experimento esperaba obtener una clarificación sobre el tipo de lateralización de las personas ante un estímulo aburrido. Concretamente, y de forma quizás demasiado simplificada, se esperaba que las personas que activen más el área izquierda del lóbulo frontal, se supone que se están acercando al estimulo con mayor nivel de curiosidad y exploración, mientras que si se activa más el frontal derecho, probablemente el individuo esté desarrollando sentimientos negativos, emociones incómodas o estados ansiosos. Las investigadoras hallaron que los participantes que tenían una predisposición mayor a aburrirse mostraron una mayor actividad en el frontal-derecho a medida que la tarea se hacía más y más repetitiva. Tras el experimento, las científicas preguntaron a las personas que hicieron la tarea cómo habían gestionado el aburrimiento, y concluyeron que es posible que las personas busquen formas para reaccionar de forma más positiva al aburrimiento, y que, por lo tanto, consigan un control mayor para activar el lóbulo frontal izquierdo. Hay formas productivas sobre las cuáles las personas, son capaces de realizar una actividad, de “buscarle la gracia” o de autoliderarse para que les estimule y puedan, con cierta consciencia, seguir activando más el frontal-izquierdo que el derecho, de manera que puedan seguir conectados a la tarea.
A lo mejor, Kierkegaard tenía un poco de razón cuando hablaba de generar un entretenimiento reflexivo o consciente, que busquemos cosas que nos permitan refrescar nuestra mirada, que nos saquen del aislamiento y el “monocultivo”. Estamos en momentos complicados en los que tenemos una exigencia cada vez mayor para intentar sobrellevar nuestras limitaciones autoimpuestas. A veces nos es más fácil, otras menos, pero lo cierto es que hay en todas las personas un poder para liderar su propia narrativa, y hacer que esta no entre en bucles negativos de retroalimentación.
De ahí el título. Aburrirse es una opción, pero tiene que ser una consciente si así lo es, y esto es tan sencillo como leernos la frase en imperativo o interrogativo. En función de cómo la queramos entonar, nuestra narrativa se enfoca a la depresión o a la acción. El aburrimiento no es más que una oportunidad para estimularse de formas diferentes y dejarse inspirar. Para abrirse al mundo con espíritu exploratorio, infantil, curioso. Cualquier persona que se aproxime a la pedagogía, desde Rousseau, Montessori, Sensat, Illich, Tonucci, Piaget, Robinson, y un larguísimo etcétera, están de acuerdo en afirmar que el juego es la forma más natural de aprendizaje.
En muy pocas palabras este es mi mensaje de hoy, juguemos, y no paremos de jugar. Eso sí, juguemos conscientes y reflexivos, y no solamente por evitar o no tolerar el aburrimiento, porque es el único entretenimiento que nos elevará tan alto como queramos.
La imagen de portada es el famoso detalle del cuadro (debajo) de Rafaello Sanzio, (c. 1512-1514) “La Madona Sixtina”, Óleo en panel. 265x196cm. Gemäldegalerie Alte Meister. Dresde (Alemania).