Cualquier persona podría estar tentada a pensar que a estas alturas el género no representa un problema de igualdad, pero desafortunadamente esto no es así. Además, en muchas comunidades el género determina cómo debe actuar una persona, cuáles deberían ser sus aspiraciones, o incluso su autonomía para tomar decisiones, por no mencionar otras muchas desigualdades.
Voy a tratar de explicarlo de forma simple. Lo primero que tenemos que entender es que existe una diferencia semántica, de significado, entre el sexo y el género. Vamos con el primero, se denomina sexo al estatus biológico de una persona. Este estatus biológico puede caer en 3 categorías: masculino, femenino e intersexual. En esta última categoría entran aquellas personas que tienen una combinación biológica atípica de lo que usualmente distingue el sexo biológica y exclusivamente masculino del femenino y viceversa. Por otro lado, se define al género como las actitudes, emociones y comportamientos que una cultura particular asocia con el sexo biológico de una persona.
Una vez hemos sentado estas dos definiciones podemos avanzar a la siguiente que alude a la identidad de género. Se entiende esta como la sensación profunda e inherente a la persona de ser un hombre, un chico, masculino, una mujer, una niña, femenina o de género alternativo como queer, no binario, no conformante, etcétera.
A pesar de que estas definiciones puedan parecer razonables, aún guardan un alto grado de contradicción entre ellas. Por ejemplo, el género no puede simultáneamente ser una construcción social e inherente al individuo, es decir que el sexo no puede ser absolutamente independiente del género porque surge de una construcción social que se define por la relación biológica. Asimismo, es complicado que la identidad de género sea simultáneamente una opción escogida, al mismo tiempo que un producto de la socialización. Además, la experiencia humana no está dividida entre una parte biológica y otra basada en la construcción social. La mera diferencia entre sexo y género no significa que una reemplace a la otra, ya que si bien el sexo hace referencia al aparato biológico y la construcción de la identidad del género es un proceso psicológico, ¿cuándo ha dejado la psicología de ser una expresión de procesos biológicos subyacentes?
Estoy seguro de que, en este punto, puedes estar experimentando un buen grado de confusión. No te preocupes, ha sido intencionado. Lo que quiero decir es que el mayor problema de esta discusión y de estas preguntas es que cuando se plantean no deberían de cerrarse a una respuesta correcta o incorrecta, porque de ser así caeríamos en un debate de naturaleza ideológica más que psicológica. El hecho de que nos centremos en las diferencias entre diferentes sexos o géneros hace que perdamos la perspectiva de las diferencias meramente individuales. Eso quiere decir que no hay una naturaleza que sea independiente al contexto social, igual que tampoco hay una organización social que sea independiente de la biología.
Las personas no somos seres fijos con naturalezas fijas. Si realmente queremos entender a las personas debemos mirarlas como individuos que se desarrollan como productos de una serie de complejas relaciones de interdependencia entre su biología y sus culturas.
Por lo tanto, la pregunta que realmente importa que, por cierto, no difiere en los diferentes contextos de diversidades, no va de si estamos preparados para conectar con otras personas, más bien se trata de si queremos conectar con ellas en las mejores condiciones, en aquellas que promuevan el mayor grado de libertad, igualdad y tolerancia posible en la interacción. Si es así, la forma más inclusiva que se me ocurre para tratar la diversidad de género es a través de la apertura. Un debate abierto que promueva la empatía, el aprendizaje y el acercamiento de la persona, y sustraiga otro tipo de distorsiones ideológicas. Llevando estas palabras al conflicto del día a día, dudar de los pronombres que tienes que utilizar con alguien es normal, es información a fin de cuentas de la que no dispones a priori.
Lo llevo a un ejemplo práctico. La identidad de género es información relevante de alguien que nos sirve para una mejor interacción. Es tan información como saber si a tu compañera de despacho le gusta el café con la leche de avena o de vaca. Aunque parezca una comparación algo disruptiva, en realidad es muy similar. ¿Por qué memorizo esta información de alguien? Fundamentalmente porque la siguiente vez que le traiga un café con leche de avena a mi compañera, sé que se sentirá escuchada, atendida y, sobre todo apreciada. Casualmente, las mejores condiciones para entablar una relación. Por lo tanto, si no sabes qué pronombres usar con alguien sólo es cuestión que te atrevas a preguntar.
En pocas palabras, la discusión y el debate de género tiene un contenido, a mi modo de ver, muy poco constructivo cuando deriva desde el pragmatismo y la voluntad de convivencia pacífica hacia los márgenes farragosos de la ideología. Es aquí cuando se embarra de emociones ásperas y se deja entrever lo menos fotogénico de la condición humana.